lunes, 15 de febrero de 2010

Aprendiste el fracaso

Que la vida es la guerra lo aprendiste
al ver cómo tu padre agonizaba
a lo lejos, en brazos de un amigo
que lo ayudaba a resignarse a bien morir.
Heredaste su espada y aquel extraño gusto
por los libros antiguos y por esas historias
que cantaban los hombres al calor de la lumbre.
Heredaste, además, un reino sin monarca,
esa mirada altiva ante la muerte
y el desprecio a las bestias
que viven fuera de los límites de Alanda.
Que la vida es injusta lo aprendiste
cuando cayó la losa del poder
sobre tu espalda tierna e inexperta
y cuando ya no eras para nadie
la princesa sin reino
que disfrutaba de los prados verdes
y los atardeceres en las montañas grises.
Que la vida es luchar contra el fracaso
y el desaliento lo aprendiste
cuando el linaje de los hombres levantaba
el peso de una espada cuyo filo
era la historia de la sangre noble
de los pueblos magnánimos y heroicos.
Aprendiste el fracaso
cuando los generales de tu ejército
te pedían perdón por la derrota.