sábado, 21 de agosto de 2010

El deseo

Se cifraban en ti todas las formas
del deseo. No eras nada mío
y ya saboreaba cada trozo
de tu piel ofrecida, como nuevos

dones de un paraíso terrenal.
Con avidez sorbía cada parte
de tus adolescentes labios tímidos,
despreocupados por la turbación ajena.

Eras un cuerpo joven que esperaba
dispuesto a despertar a los placeres
cuando una mano diestra lo pidiese.

Eras una tristeza en la mirada lánguida,
un estar y no estar pasando por la vida
como una flor abandonada y digna.