Como todos los jóvenes vine a llevarme la vida por delante. Después de
que el tiempo me alcanzara y el sentimiento de pérdida se convirtiera en
una constante en mi vida, las metas han sido cada vez menos
pretenciosas. Ya me conformo no con obtener los resultados esperados,
sino con disfrutar mientras lo intento; no con saborear el triunfo en
aquello que me propongo, sino con compartir con quien me quiere las
mieles de la posible victoria. He descubierto, poco a poco, que lo que
realmente me emociona y me satisface son los amigos que conservo desde
la adolescencia y que esconden todavía en sus gestos la ingenuidad de
quien no ha sido atravesado aún por la desdicha de la temporalidad. Lo
que realmente despierta mi gratitud es la amistad que se va forjando de
manera desinteresada entre gentes muy distintas, que son capaces de
actuar de manera generosa y de aliviar el desamparo al que está
condenada la estirpe humana. Como todos los jóvenes vine a llevarme la
vida por delante. Conforme pasa el tiempo, sin embargo, me basta
únicamente con evitar que la vida me lleve por delante.
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